Una vez entablada la amistad es ajuste sagrado. Ni los vaivenes de la fortuna, ni los tropiezos de las empresas, ni los malogros de las intenciones pueden destruirla. “Pucha que mala suerte tiene Mauricio. Ya lo dejaron cesante otra vez”. O bien: “Juan está en la buena racha. ¡Mira que anda ganando dinero!” Todo delito halla una excusa en la intimidad del sentimiento porteño, todo fracaso un atenuamiento, menos los delitos inferidos a la estrecha ligazón que presupone la amistad.
Ser “falluto”, infiel a los compromisos de la camaradería, es baldón infamante, desdoro que no se perdona. La amistad porteña es una caricia de varones que no se doblegan ante el destino ni gustan proferir quejumbres. La amistad tiene ternuras de madre. “Che, Antonio no anda bien. Está flaco y preocupado. ¿Por qué no lo hablas vos que sos más amigo de él?” “Es ese metejón el que lo tiene embromado. La tipa es una desvergonzada”. “¡Caramba! ¿Y cómo podríamos darle una manito?” La amistad, cuando se estrecha, es así: un poco responsera: “Mirá, vos no tenés que hacer esa macana”. Pero no es inquisidora. El que mucho inquiere y fuera de lugar es un “secante”, un amigo engorroso.
La amistad no persigue remuneración alguna. Se da libremente. Un buen amigo no podría ser feliz sabiendo que sus amigos no lo son. Dos amigos forman una tertulia, un mundo completo y ficticio en que el mundo ya no es valedero. La amistad porteña es un fortín ante el cual los embates de la vida se mellan. La amistad porteña es un olvido del egoísmo humano.
Ser “falluto”, infiel a los compromisos de la camaradería, es baldón infamante, desdoro que no se perdona. La amistad porteña es una caricia de varones que no se doblegan ante el destino ni gustan proferir quejumbres. La amistad tiene ternuras de madre. “Che, Antonio no anda bien. Está flaco y preocupado. ¿Por qué no lo hablas vos que sos más amigo de él?” “Es ese metejón el que lo tiene embromado. La tipa es una desvergonzada”. “¡Caramba! ¿Y cómo podríamos darle una manito?” La amistad, cuando se estrecha, es así: un poco responsera: “Mirá, vos no tenés que hacer esa macana”. Pero no es inquisidora. El que mucho inquiere y fuera de lugar es un “secante”, un amigo engorroso.
La amistad no persigue remuneración alguna. Se da libremente. Un buen amigo no podría ser feliz sabiendo que sus amigos no lo son. Dos amigos forman una tertulia, un mundo completo y ficticio en que el mundo ya no es valedero. La amistad porteña es un fortín ante el cual los embates de la vida se mellan. La amistad porteña es un olvido del egoísmo humano.
1 comentario:
Hola!
Tengo un blog de Huracán, y como vi que uno de ustedes dos es del globo, te paso la página para que lo mires.
Nos seguimos
Mai
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