
El general llegaba lejos, más allá de los ríos y los desiertos. Los chicos lo sentíamos poderoso y amigo. "En la Argentina de Evita y Perón los únicos privilegiados son los niños", decian los carteles que colgaban en las paredes de la escuela. ¿Cómo imaginar, entonces, que eso era puro populismo demagógico?
Cuando Perón cayó, yo tenia doce años. A los trece empecé a trabajar como aprendiz en uno de eso lugares de Rio Negro donde envuelven las manzanas para la exportación. Choice se llamaban las que iban al extranjero; standard las que quedaban en el pais. Yo les ponia el sello a los cajones. Ya no me ocupaba de Perón: su nombre y el de Evita estaban prohibidos. Los diarios llamaban "tirano profugo" al general. En los barrios pobres las viejas levantaban la vista al cielo porque esperaban un famoso avión negro que lo traeria de regreso.
Ese verano conocí mis primeros anarcos y rojos que discutian con los peronistas una huelga larga. En marzo abandonamos el trabajo. Cortamos la ruta, fuimos en caravana hasta la plaza y muchos gritaron"viva Perón carajo". Entonces cargaron los cosacos y recibi mi primera paliza politica. Yo ya habia cambiado a Perón por otra causa, pero los garrotazos los recibía por peronista. Por la lancha a alcohol que casi nunca anduvo. Por las camisetas de futbol y la carta aquella que mi madre extravio para siempre cuando llegó la Libertadora.
No volvi a creer en Perón, pero entiendo muy bien por qué otros necesitan hacerlo. Aunque el pais sea distinto, y la felicidad esté tan lejana como el recuerdo de mi infancia al pie del limonero, en el patio de mi casa
Osvaldo Soriano
del libro cuentos de los años felices
1 comentario:
Cuentos de los años felices es hermoso. Cómo se lo extraña al gordo. Lo quiero tanto y no lo conocí.
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